Tendencias de otoño-invierno 2021/2022: ¿queremos protegernos o abrazar el exterior?

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09/2022

ANÁLISIS
De entre las diferentes narrativas que hay esta temporada, destacan dos que aunque parezcan opuestas, encuentran puntos en común en el confort y la seguridad

Por María JoséPérez MéndezTendencias de otoño-invierno 2021/2022: ¿queremos protegernos o abrazar el exterior? Tendencias de otoño-invierno 2021/2022: ¿queremos protegernos o abrazar el exterior?

Pueden nombrarse muchos, pero hay un look entre las tendencias de otoño-invierno 2021/2022 que quizás se haya visto en más de una y más de dos ocasiones. Y no, no es ninguno contextualizado en un entorno viral, sino en un lugar mucho más prosaico: se trata de un conjunto de punto compuesto por varias piezas que se enmarca en el interior de un piso de Nueva York. Es envolvente, mullido y, como el resto de la colección de Altuzarra, recoge esa esencia del confort dentro de casa. Pasado por la pátina de la elegancia, de elevar el día a día, sí, pero comodidad casera al fin y al cabo. Una propuesta similar a la que realiza la firma Khaite para su crucero de 2022, donde la idea de los interiores y de frenar ante un mundo exterior convulso (hilo narrativo de Mi año de descanso y relajación, de Ottessa Moshfegh) está incluso más explicitada. El propio Joseph Altuzarra contó a Vogue.com que su máxima era “confort, pero moda” para referirse a todas esas faldas, rebecas y jerséis que llevan a otra dimensión el concepto de piezas básicas para un día a día que lo mismo tiene que transcurrir de puertas para dentro que de puertas para fuera. Y es esa incertidumbre lo que, en parte, ha atravesado los discursos creativos de distintas marcas de lujo esta temporada, dando lugar tanto a piezas que parecen querer protegernos del exterior mientras que otras invitan a abrazarlo sin tapujos. Solo que estas dos ideas, aunque pueda parecer lo contrario, están lejos de ser opuestas.

Una de los principales conceptos con los que están trabajando ahora los equipos de diseño es con la de extender la comodidad del homewear que se ha estado llevando durante 2020 a las creaciones de 2021. “Hemos visto grandes aumentos en las búsquedas de «comodidad» y un mejor rendimiento de productos en los que se menciona esa palabra”, contó a Vogue España Francesca Muston, VP Fashion Content en WGSN. “Eso puede materializarse en tejidos de punto, tejidos y cinturas elásticas o cortes más holgados. Es posible que no cambie la apariencia del producto, pero mejorará fundamentalmente el cómo se siente sobre el cuerpo, lo que permitirá una mayor libertad de movimiento, ya sea que se use en casa o para un viaje más activo a la oficina, caminando o yendo en bicicleta”. Son productos que encajan con un cambio duradero de nuestro estilo de vida, que se ha visto irremediablemente afectado debido a la situación sociosanitaria. “La comodidad ha sido un gran eje de cambio para muchas marcas, que han podido cambiar lo que estaban haciendo”, explicó Emily Gordon-Smith, directora de productos de consumo de la agencia de análisis de tendencias Stylus, a Vogue España. “No creo que sea algo que se vaya a marchar: una vez que la gente se da cuenta de que la ropa muy cómoda puede mejorar la salud y el bienestar, no hay marcha atrás”. Si el beneficio personal y el económico coinciden, se entiende todo mucho mejor.

Una de las primeras manifestaciones de este confort casero que busca protegernos física y mentalmente de un exterior ahora extraño (y por desgracia, a veces inseguro) está en, como comentó Muston, los tejidos de punto. Son uno de los pilares fundamentales de las tendencias de otoño-invierno 2021/2022 y es fácil rastrearlos en casas con criterios estéticos muy dispares: las mencionadas Altuzarra y Khaite, Jonathan Simkhai, Erdem, Chloé, Isabel Marant, Etro, Ulla Johnson, Proenza Schouler, Carolina Herrera, Fendi, Blumarine… Tanto es así, que muchos de esos estilismos están concebidos en clave total look, como si la comodidad fuese tan urgente que incluso hay que facilitar la labor de estilismo eliminándola por completo: no hay que pensar en cómo combinar esas piezas, porque están concebidas para ir juntas, como un todo. Facilidad absoluta que engancha hasta tal punto que da el salto a otros tejidos, pudiendo tener matching sets de tweed, como los de Chanel, de franela a cuadros, como los de Celine by Hedi Slimane o mezclando texturas, como en Balmain.

Tendencias de otoño-invierno 2021/2022: ¿queremos protegernos o abrazar el exterior?

Esa falta de complejidad también está presente en un look diametralmente opuesto que, sin embargo, tampoco necesita de muchos aderezos para completarse (y, por tanto, no lleva más de cinco minutos construirlo): el de los vestidos de fiesta. Han sido otra de las grandes constantes en las colecciones de la temporada y hablan de un hedonismo del que resulta difícil escapar, especialmente porque no han sido pocos los directores creativos que han verbalizado su deseo de pasar página visualmente hablando, de volver a celebrar la moda y las ganas de vestirse. Otra forma de escapismo, tan válida como las bucólicas o las arquitectónicas, solo que esta recupera el disco de los 70 y el ritmo acelerado y glamouroso de los 20 y los mezcla con un chorro de plateado, dorado y lentejuelas. Prendas que están hechas por y para ser vistas, para aparecer en el contexto de lo social. “La ropa y nuestra vestimenta son una carta de presentación, una forma de lenguaje que nos relaciona o clasifica dentro de la sociedad”, contó el pasado año a Vogue.es la psicóloga Maite Prego. “Cuando vamos a una boda, a salir por la noche o a tomar un café, seleccionamos la ropa en concordancia con lo que se nos ha enseñado que es adecuado para ese momento. Incluso aquellas personas que no cambian su estilo de un evento a otro, han llegado a esa forma de actuación como respuesta al entorno”. Algo que también explicaría la gran cantidad de trajes de chaqueta y prendas inspiradas en la sastrería que han aparecido por las pasarelas: los pantalones de pinza y los blazers siguen siendo dos arquetipos del look de oficina, un interior que nos hace salir de casa y relacionarnos con otros.

Esos podrían ser los dos extremos visuales y conceptuales de las tendencias otoñales e invernales. Pero como muchas otras cuestiones en la vida, entre ellas hay una escala que da lugar a diversas mezclas; fórmulas alquímicas que se subliman en cierto punto medio: las piezas envolventes pensadas para un exterior real (y natural).

Para hablar de ello, es tan inevitable como necesario mencionar la colección de Miu Miu. El desfile histórico para la firma se localizó en los Alpes, a 3.000 metros de altura, el entorno perfecto para toda una serie de piezas inspiradas en la montaña. El efecto fue tan epatante como se esperaba, y las piezas acolchadas y los plumíferos se convirtieron en protagonistas sin ningún esfuerzo, mezclándose con las hipercomentadas botas de peluche XL. También hubo balaclavas, guantes, bufandas que parecían tejidas a mano; abrigos, rebecas gruesas y todas esas piezas que alguien se puede imaginar en un invierno frío, o incluso en el marco de un fin de semana en la nieve. Y ahí es donde está la clave: son piezas pensadas para proteger y generar bienestar, pero también para estar fuera de casa. Prendas para abrazar el cuerpo y darle seguridad en el exterior; una vuelta, en cierto modo, a uno de los fines más primigenios y básicos de la vestimenta, el núcleo con el que comenzó lo que ahora es una convención social con múltiples significados.

Esa misma estrategia está en los abrigos de peluche de Prada, pero también en los vestidos acolgados de Thom Browne o en los looks de Coach. Y en muchos de ellos, así como en algunos estilismos con vestidos lenceros vistos en Miu Miu, incluso se exagera esa aparente contraposición festiva, tanto en tejidos como en patrones. Porque puede que no haya que elegir, sino saber cómo equilibrar y cómo conseguir volver a estar a gusto fuera y dentro del look que ese día se haya escogido.

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Por María JoséPérez Méndez

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