“No somos Boca ni River, ni queremos serlo”

  • Por:karen-millen

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04/2022

Las botellitas de agua están presentes, en cantidad. Pero no se baten al ritmo histriónico de las pulsaciones aceleradas de un partido. No hay gritos, ni indicaciones -apenas un “adelante, pasen por acá” al llegar- ni festejos desaforados de gol. Eso sí, el césped está reluciente, como para jugar un picado perfecto, pero no se trata de un estadio sino de la intimidad de la casa de Sebastián Beccacece. Allí, alejado de los ruidos de la ciudad y a varios kilómetros del Obelisco, pero a no tantos de Florencio Varela, el DT de Defensa y Justicia recibió a Olé para una muy extensa charla en medio de las Fiestas y tras su anuncio de continuidad en el Halcón.

-¿Por qué te quedás en Defensa?

-Tuvimos un montón de interrogantes ligados a pensar si seremos capaces de reinventarnos, de cumplir con las expectativas que se van generando en la gente y el entorno. Centrarte solo en eso te lleva a sentir temor y no continuás. Más sabiendo los procesos que ocurren en Defensa, que se van futbolistas y hay que arrancar prácticamente de cero. Pero disfrutamos el día a día, nos gusta acompañar esa transformación de los futbolistas, que llegan de una manera y se van de otra, vas encontrando motivos y razones para darle continuidad a algo que creo que vale la pena y que va más allá de los resultados.

-Defensa este año logró lo que dicen que hoy no se puede: competir con los brasileños. Le ganó dos veces al Palmeiras bicampeón de América y vos dijiste que hay que seguir soñando… ¿Se puede ir por más?

-Nosotros para poder competir contra los mejores equipos y presupuestos tenemos que ir al límite, dar el 100% todos los días. Es una exigencia máxima, total. Y como conozco a la gente del lugar y sé de la entrega desmedida y el compromiso verdadero que tienen, me animo a que sigamos creyendo y soñando. Y al mismo tiempo creo en la constancia que tenemos para seguir construyendo ese sueño, que a veces se hace real. Buscamos la perfección, pero no existe. Pero buscarla te ayuda a caminar… Tenemos una pasión total, una disciplina y respeto acompañado por humildad. No aspiramos a ser Boca o River, ni queremos serlo, sentimos orgullo de representar este espacio, a la minoría.

-¿Cuál es la fórmula para ganarles a los poderosos de Brasil?

-No sé si fórmula, hay muchos acontecimientos que influyen. La primera clave es una planificación de la parte dirigencial, la cual demanda una credibilidad y coherencia en el tiempo, con manejo de presupuesto, inversión en obras y un perfil definido de entrenadores. Después, está el armado nuestro. Se tienen que unir todos, estar muy sincronizados y con una convicción extrema. Para competir con esas figuras, que son monstruos, tenés que estar muy decidido porque siempre partimos en desventaja. No podemos equipararnos desde los recursos, pero sí desde el trabajo en equipo. Ahí somos fuertes y el fútbol es colectivo. Hay una tentación de ir por lo individual: la figura, el goleador, el entrenador y poco se habla de la importancia de los futbolistas que no se lucen, pero que son vitales para que el compañero lo haga. Esa humildad y generosidad es lo que tiene que trabajar un entrenador… Todos quieren ser figuras, pero el colectivo es necesario para poder competir con los mejores.

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-Uno podría imaginarse que sos un obsesivo del fútbol, que se la pasa mirando videos, analizando cuestiones tácticas. Sin embargo, tenés un costado mucho más sensible que te lleva a preocuparte por tus jugadores, por sus familias, etc… ¿Hay una imagen errada sobre vos?

-Hay rótulos, a todo le ponemos nombre, je. Pasé por esa etapa de mirar mucho, es necesaria para manejar un montón de cosas y poder resolver en tiempo real porque no podés ir al video mientras se está jugando. Pero, después, una vez que miraste tanto, de manera natural te sentís con la capacidad de observar, te llenás de seguridad y eso te permite atacar otros temas para ampliar tu horizonte como conductor. Con el tiempo me di cuenta de que el fútbol y la vida están totalmente ligados, muchas de las cosas que nos pasan durante los 90 minutos o en la semana son situaciones o sensaciones que nos pasan cotidianamente en la vida, entonces trato de unir eso y compartirlo con los futbolistas, de los que aprendo. Muchas veces soy un reflejo de lo que les pasa a ellos.

Cerquita del agua reluciente de la pileta y a la sombra de una gran sombrilla que protege de los rayos UV y del calor agobiante, este joven (el 17/12 cumplió 41) pero experimentado entrenador se abrió a hablar de todo y mostrar su costado más íntimo. Fueron casi tres horas compartidas entre la nota y el famoso off, siempre con buena onda y hasta con momentos de charla de café o sobremesa de asado de amigos. Sus hijas, Agustina (15) y Vicky (9), están dentro del hogar familiar con Pato, su mujer, de la que contará que juega al fútbol pero no por influencia suya y, aunque la pelota no sea uno de los trending topic habituales de la casa, es su refugio. El lugar donde tiene su gimnasio y un mini cine, que suele usar solo o con sus seres queridos, pero siempre para sus pasiones: el cine, el teatro (pandemia y tiempos de streaming) y analizar rivales y partidos propios.

-¿Y tu actitud durante los partidos? Porque acá charlamos y son tranquilo, sensible, reflexivo, pero en la cancha… ¿Qué te pasa cuando te ves?

-No, no me veo. Pero me reconozco en ese estado porque también soy eso, no creo que seamos una sola cosa. En esos momentos soy ese y tal vez sea la versión que menos me gusta, pero no la niego. Todo lo contrario, la acepto. Me crié en una época de egoísmo y del ganar como sea, y también estoy arraigado a todas esas cosas… Me gusta más el estado reflexivo, el poder hablar, y no ese en el que estoy en modo competencia y, para afuera, doy lo peor de mí. Pero siempre digo, mientras que sea genuino y con respeto, vale. Además, en cinco años solo me expulsaron una vez e injustamente porque yo no hice nada, que fue ahora, cuando Iván (Delfino), que enseguida me pidió disculpas, vino y me agarró de una manear alocada. Incluso, mis equipos no muestran esas sensaciones de locura, sino lo contrario: muestran madurez, crecimiento…

-¿Lográs desconectarte de la locura del fútbol en algún momento?

-Me cuesta porque soy un buscador todo el tiempo, tengo una cosa y quiero otra. Tengo una obsesión de búsqueda infinita, instintiva y natural, por eso me cuesta. ¿Qué me distrae? Ver una película con mi señora y mis hijas… Pero, en definitiva, igual estoy buscando, porque cuando termina esa película me quedo pensando cómo puedo utilizarla para la vida, para una charla con amigos o si voy a visitar un comedor infantil.

-¿Te gusta participar de actividades sociales de ese tipo?

-Sí, yo me crié en un barrio de Rosario donde todo eso estaba muy presente, donde se buscaba sacar a los chicos de la calle y acercarlos a los clubes barriales. Luchador se llama mi club, en la Zona Oeste de Rosario, y siempre tuvo esa cultura. He visitado cárceles también. Tengo una tendencia a lo social, supongo que debe ser por los clubes a los que fui, el barrio y la escuela pública que me tocó transitar…

-¿Ese costado social lo aplicás al fútbol? ¿Te sirve para trabajar con planteles como el de Defensa, con muchos jóvenes?

-¡Totalmente! Defensa tiene mucho de eso. El jugador ha tenido que atravesar muchísimas cosas, viviendo en diferentes pensiones, por ahí con 12 años tener que irse lejos de los papás, perderse una etapa tan linda, profunda y que te marca, como es la adolescencia… Y todo para tratar de ser profesional. Para tratar, eh, porque sabemos que muchos quedan en el camino. Entonces van quedando traumas. El trabajo del entrenador es infinito y cuando te involucrás desde el corazón, intentás dar vueltas las cosas, compartir y sacarles lo mejor a 30 personas. ¿Cómo hacés para desconectar entonces? Además está la exigencia extrema del fútbol argentino, que no te podés distraer en un lateral o en un balón largo…

-Vos tenés un estilo bien marcado, pero alguna vez halagaste el trabajo defensivo de Simeone por ejemplo...

-Es que creo que están los entrenadores que se organizan desde la pelota y los que lo hacen sin ella, dándole la posesión al rival. Nosotros tratamos de hacerlo desde el balón, pero hay otros que se sienten mucho más cómodos al revés, armando estructuras defensivas muy organizadas, algunas brillantes, y al salir de contra encuentran más espacios. Es muy difícil decir este equipo es esto… Puede haber una tendencia, pero nosotros algunas veces también somos dominados y debemos mostrar una organización defensiva para soportar esos ataques. Está claro que invertimos más tiempo de trabajo en cómo iniciar, cómo buscar variables desde la pelota o en cómo combinar pases; pero lo otro también está. Creo que vale todo en el fútbol…

“No somos Boca ni River, ni queremos serlo”

-O sea, ¿no existe eso de entrenador defensivo u ofensivo?

-Existen para el medio. Después, uno siente una cosa y otros sienten otra, y no hay que renegar de eso porque todo es potable. Como dice Bielsa, cuando ponen una tabla de entrenadores y los dividen por su estilo, más o menos ganaron lo mismo. El tema es qué sentís, qué te gusta a vos… ¿Por qué si yo quiero una idea, tengo denigrar la otra? Puedo no llevarla a cabo, pero la respeto.

-Hablaste de ideas y convencimiento, ¿por qué creés que no conseguiste instalar todo eso en Independiente?

-Porque estuvimos un tiempo muy corto, quedamos afuera de la Sudamericana y la Copa Argentina, y nos dijeron que nos fuéramos. Así de simple. Hay una demanda de resultados muy grande en esos clubes, nosotros teníamos el 68% de los puntos, pero la dirigencia creyó eso y ya está. No hubo paciencia ni convicción para que siguiéramos adelante… Hay que aceptar las decisiones que no nos gustan y agradezco que nos hayan buscado.

-Y en Racing tuviste que pagar las internas políticas y te fuiste con Milito...

-Sí, fue un año muy feliz el que viví en Racing porque pude desarrollar lo que hicimos en Defensa pero con la trascendencia de un club grande y ahí se cayeron un montón de mitos, como que no les podía llegar a los jugadores grandes… Cuando lo enfrentamos con Defensa, 20 jugadores nos fueron a saludar y, después, lo que declaran Lisando (López) y Darío (Cvitanich), que jugaba poco. Eso para mí es un orgullo porque habla del trabajo de todo el cuerpo técnico, esas son las medallas que nos quedan a los entrenadores. Pero, volviendo, sí sufrimos mucho el año político de Racing y la interna esa de que si seguía Milito había un sector que no iba a seguir. Fue una lucha de poderes en la que yo no me iba a involucrar, fui muy caballero, jamás dije nada y me banqué las mentiras que instalaron, eso de las peleas…

-¿Por qué no lo desmentiste?

-Nunca voy a salir a desmentir porque entiendo el rol de interés que genera el fútbol, la rosca política, la plata que está en juego… No estoy ajeno a eso, pero yo me dedico a trabajar en mi espacio, con el plantel y todos los empleados que estaban con nosotros. Y la pasamos hermoso. Pero, lamentablemente, a veces te toca transitar lugares donde juega el interés y está por sobre lo que se está desarrollando. Y uno no puede ni aspirar a controlar eso…

-¿En lo futbolístico no te fue mal?

-No, llegamos estando 12 en la tabla, dirigimos 11 partidos y terminamos terceros, metiendo al equipo en Libertadores. Y todo jugando de una manera totalmente diferente en poco tiempo, en un equipo que venía de ser campeón. Por eso, que vengan a decir que nos echaron, es mentira; que no tuvimos resultados, ¡otra gran mentira! Dejamos afuera al Flamengo, ganamos clásicos importantes, mostramos una idea y sacamos un porcentaje alto de puntos. Estuvimos a un gol de poner a Racing en una final después de 21 años. Pero, bueno, si la política, que tiene acceso a los medios masivos, instala todo el tiempo esta rosca… ¿Uno qué puede hacer? Lo importante es la expresión de la gente que, cuando fuimos al Cilindro, gritó por nosotros y los jugadores, que nos vinieron a saludar…

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-Entonces te fuiste por lealtad con Milito cuando se fue. Como hiciste con Sampaoli al irte de la Selección o cuando le dijiste que no a Bielsa...

-Mi relación con Diego es extraordinaria y yo jamás me hubiese quedado, no porque no quería, sino porque creo que es lo que correspondía. Pero tenía un cariño hermoso con los jugadores, un vínculo extraordinario con la gente y con Víctor (Blanco) también una muy buena relación. Creo que es algo que traigo de familia, fui educado así. Para mí el valor de la palabra y la acción cuenta, entonces tengo que ser consecuente con lo que digo. En 2007, cuando nos echaron con Jorge (Sampaoli) del Sporting Cristal y me llamó Marcelo para formar parte de un nuevo cuerpo técnico o en otros lugares, de los que Jorge se iba y me ofrecieron quedarme. El día de mañana encantado, no cierro la puerta a estar en un lugar en el que estuve, pero hoy vine con él y me voy con él. Que las cosas se den por mérito propio y no porque me conocieron por alguien que me llevó a trabajar a ese lugar…

-¿Y Bielsa qué te dijo cuando le dijiste que no?

-Me entendió porque Marcelo es una persona de una brillantez que todos conocen, pero de una sensibilidad única que a lo mejor no muchos saben. Todo eso se dio cuando estábamos en Chile, él en la selección y nosotros en O’Higgins. Era un momento en el que mi viejo no estaba bien, y al año me tocó perderlo, y Marcelo me acompañó en ese proceso. De hecho, cuando vuelvo a Argentina porque mi viejo no estaba bien, me encontré con Bielsa en el avión y tuvimos una charla muy profunda y linda. No quiero contar intimidades, pero sí mostrar ese lado lindo de él. Y cuando él me llama, hice lo que sentía, lo que me indicaba la ética y la moral, por eso lo entendió. Y no me arrepiento. Seguimos el vínculo, aprendí muchísimo de él y soy un eterno agradecido porque me brindó un montón de información y me compartió cosas. Cada uno, después, va forjando su estilo, pero fue un gran inspirador para nuestra generación y también para las futuras.

-¿Soñás con dirigir Newell’s, club del que sos hincha?

-Es uno de los motivos por los que empecé y en varios momentos llegó la posibilidad. Primero estando con Jorge y después como entrenador principal, pero siempre estábamos llevando procesos adelante. Además, hay que estar dispuesto a perder la pasión. Hoy me siento a ver a Newell’s como hincha, no como entrenador. Antes estaba convencido de que algún día lo iba a dirigir, pero hoy siento como que quiero cuidar ese lugar. Hay un sentimiento muy profundo, ligado a historias infinitas, a hacer locuras por Newell’s… Desde escaparme del colegio para irme a Buenos Aires a ver un partido hasta quedarnos concentrando y no salir una noche para ir al otro día a alentar con más ganas, je.

-¿Hoy, con el paso del tiempo, entendés qué pasó en el Mundial de Rusia?

-Creo que la urgencia del resultado y el poco tiempo que estuvimos hicieron que no se pudiera desarrollar la idea. Había que clasificar rápido al Mundial y lo logramos al límite. Si no lo conseguíamos, hubiese sido algo terrorífico para el país pero sobre todo para los chicos que llevaban 16 años en la Selección. Tal vez, si esa liberación que ocurrió al ganar la Copa América hubiese sucedido antes, como en la etapa de Sabella, que lo merecían, hoy estaríamos hablando de otra cosa. Toda esa tensión obviamente no se supo gestionar, está claro en los resultados; pero yo no fui el conductor y por eso hablar de esto me es incómodo. Siento que no se estuvo a la altura... El entrenador, lo explicará públicamente si es que quiere, o se lo guardará.

-¿Te gustaría volver a la Selección, pero en este rol de técnico principal?

-La Selección me gusta porque están todos por la esencia de defender el escudo, es lo más amateur que hay y eso me apasiona. El punto de unión está garantizado y ahí ya tenés terreno ganado. Después, es cierto que hay poco tiempo para el trabajo del día a día, para el conocimiento, pero hoy con la tecnología hay mucha más facilidad. La verdad es que es algo muy lindo, en cualquier selección. Lo que viví en Chile, con esa conexión con la gente, fue algo hermoso, y yo no soy chileno…

-¿Cambió la Selección con la renovación de jugadores?

-No, la diferencia es que se ganó y buscan estas cosas para explicarlo, pero siguen Leo, Ángel, Otamendi y el Kun hasta hace poquito. Y los otros chicos también tenían y tienen ese fanatismo pero como no ganaron, quedaron rotulados de otra manera en la historia. El Pipa, Mascherano, Biglia, entregaron y dieron todo, pero esa demanda de exitismo y de que el que no gana es un fracasado, te va alejando y generando incomodidad. Una sensación de poca valoración… También hay un desgaste, fueron 16 años para todos ellos. Pero mirá qué lindo ejemplo: si Leo, el número uno, tuvo que trabajar tanto para lograr lo que soñaba, cómo nosotros no vamos a hacerlo… Hay que ver el lado positivo, pero el camino es doloroso. Los rostros de Leo, todo lo que ha tenido que atravesar, acompañado de un dolor tremendo. ¿Quién está dispuesto a transitar ese dolor para lograr lo que desea? A eso nos pone a prueba esta profesión.

-¿Hablaste con Leo después de la Copa?

-Últimamente no hablé con Leo, sí con el Kun. También los felicité a Pablo (Aimar), a (Alejandro) Tocalli, a Chiqui (Tapia) y a algunos otros futbolistas. A Leo también le mandé un mensaje. En ese poco tiempo que estuve me di cuenta de todo el dolor y la carga pesada que llevaba de ser el mejor y que no se le daba. La cargó toda él la mochila. Toda.

Su costado social y cómo lo traslada al día a día con los planteles

“Estamos todo el tiempo intercambiando ideas, debatiendo, creciendo y aprendiendo de los jugadores. El técnico debe conectar con esa energía que tiene el grupo, sentir qué le pasa al otro para poder empatizar, conocer cómo está integrada la familia, qué problemas tiene, qué situaciones está atravesando, cómo está en su plano emocional y material. No es solamente lo estratégico”, se suelta Beccacece, hablando de algo a lo que muchas veces en el fútbol le dan la espalda.

Pero no se queda solo en eso y a medida que avanza lo mezcla con la pelota. ¿Cuál es la incidencia que pueden tener cuestiones emocionales del pasado o del presente en una situación de partido? “A veces un jugador no se anima a hacer algo por creencias limitantes que vienen de su infancia o un hecho que lo marcó y debe enfrentarse a ese temor. Yo creo que si uno es capaz de recibir y procesar esa información puede brindarle al otro una herramienta para destrabar situaciones. Me gusta mucho eso”.

-¿Conocés la vida de cada uno de tus futbolistas del plantel?

-No, no. Sería imposible. Pero con Guille (Marino), Nico (Diez) y el grupo de trabajo nos tomamos el tiempo para hablar. Es común que charlemos con ellos después del entrenamiento y después nos contamos la información. También hemos invitado a los padres o ido a comer algún asado a la casa de los chicos. Hacemos reuniones más colectivas…

-¿Esta cuestión con las familias de los jugadores es algo normal en el fútbol o algo propio tuyo y de tus colaboradores?

-Yo creo que pasa, que es más normal de lo que se cree. Es parte del vínculo que te da la posibilidad de mostrarnos vulnerables, mostrar nuestras angustias y temores, y eso nos hace más fuertes. Después se traslada a la cancha y mostramos el coraje y la rebeldía para ir al Monumental y plantarnos de igual a igual, para enfrentar a Palmeiras o para jugar una Libertadores y clasificar al club por primera vez a octavos de final. Obviamente que hay miedos e incertidumbre en ese proceso, pero hay que transformarlos. Aquel que diga que no tiene angustia o dudas… No digo que no pase, pero desconfío porque creo que, más o menos, nos pasa a todos lo mismo. Son sentimientos humanos, pero por una cuestión cultural, de imposición, siempre se tuvo que ocultar y ser machos. Yo creo que valiente es aquel que enfrenta sus temores, que va a un escenario determinado, se planta y lo resuelve.

La nueva camada de técnicos jóvenes y sin una destacada trayectoria como jugadores

“Yo empecé con Jorge (Sampaoli), que tampoco triunfó, y nos hicimos juntos. Hablamos del convencimiento. Son prejuicios del afuera. Adentro, con los jugadores, en diez minutos se puede profundizar o caer todo. El futbolista es muy intuitivo y se fija en el conocimiento, la capacidad y credibilidad que vos tengas. A mí nunca me costó trasmitir porque sé lo que siento y pienso, no tengo prejuicios. Estamos en una época en donde, por suerte, se da más espacio a la diversidad, al que piensa diferente, y de eso se aprende. Ahora, obviamente, uno tiene que ir por el camino de lo que siente y a la hora de transmitir una idea hay cosas innegociables y en eso también hay que ser directo, porque si no entramos en una situación en la que es difícil conducir y ponerse de acuerdo. Pero, si se convence que lo que dice la otra persona es bueno para el colectivo, ahí estoy de acuerdo”, explica.

-¿Y qué cosas son innegociables para vos?

-Lo que vos sentís. Si nosotros vamos hacer esto y no te gusta, problema del otro, te vas… La manera de transitar, desde los valores, a la hora de desarrollar una idea. Las ideas opuestas están buenas para abrir preguntas, pero tiene que haber una muestra de que ambos lados hacen un esfuerzo para aceptarse, brindarse al 100% para acercarte al otro.

Beccace y la intimidad de su familia

El entrenador de Defensa comparte la vida con Pato, con quien se conocieron mientras cursaban el Profesorado de Educación Física. Hoy llevan adelante la familia que se completa con Vicky, de nueve años, y Agustina de 15. “Hablamos un montón con ellas. Creo que con el amor y la contención está la base para cualquier cosa con los chicos. Y a partir de ahí, se van generando charlas como en cualquier familia: debatiendo y explicando cosas siempre desde la aceptación”, cuenta Becca sobre su rol de padre.

-Qué te dicen cuando te ven como loco en la cancha?

-Ellas también compiten, hacen equitación, y cuando las cosas no le salen también se amargan, sufren y quieren ganar. Como le pasa a toda la sociedad porque somos parte de ella. ¿Qué hacemos? Primero nos ponemos conscientes de que esas cosas las tenemos y tratamos de reflexionar para ver de qué forma más saludable podemos transitarlo, porque en definitiva eso no termina siendo muy saludable. Pensar de qué manera ir puliéndolo. Ya el hecho de darle pelea, es una batalla ganada. Después, el ambiente, lo que está instalado, se apodera de uno, conecta y se deja llevar con esa energía alta, de mucha frustración e ira. Uno canaliza muchas cosas que van pasando y después de alguna forma salen… En casa tenemos mucha intimidad, tranquilidad y, como en todas las familias, hay espacios para la locura pero desde el lado cariñoso y amoroso. El amor es la mejor fuente de energía, cuando hay amor todo lo puede y con los hijos es el amor más grande que tenemos en la vida, así que mucho no cuesta…

-¿Van a la cancha para acompañarte o porque les gusta el fútbol?

-Pato juega al fútbol, así que va porque le apasiona y, como en todos los procesos, también para acompañarme. A Agus le tocó viajar con dos meses a Perú y Vicky nació en Chile. Me acompañaron en toda la carrera y vamos aprendiendo en familia como es cambiar de lugar, de culturas y creencias. Aprendemos de la vida caminando juntos.

-¿Pato juega al fútbol por influencia tuya?

-No, no. Nosotros nos conocimos en el profesorado de Educación Física y es muy apta para los deportes.

-¿Hay debate futbolero en las sobremesas?

-No, no, jamás. Con mi viejo, cuando vivía, un poco sí, ja. La verdad es que en casa respetamos muchísimo los espacios. Ahí trato de sacarme el traje de entrenador y hablo de las cosas que les pasan a ellas. Y si me ven en un estado de soledad, me respetan ese espacio. Agus me imita muy bien, sabe cuándo me voy, cuando vengo… Me reconoce enseguida. Los chicos son muy inteligentes, te sacan al toque por más que vos le hables. Las nuevas generaciones vienen con otro cerebro, vienen con otro desarrollo, nosotros tenemos que aprender de ellos.

-¿Tus hermanos jugaron o están vinculados al fútbol?

-Aníbal, mi mellizo, era volante organizado y jugó un par de partidos en Central Córdoba, en la B Nacional. Y Federico, el más chico pero que era el más alto, también jugó en esa posición y después de central en la Primera de Juan XXIII, uno de los clubes al que mi viejo nos llevó de chicos. Pero hoy no están vinculados al fútbol, consumen como todos los hinchas normales, pero tienen un emprendimiento de ropa en un shopping en Rosario.

-¿Son muy parecidos con Aníbal? ¿Le pasa que caminando por Rosario lo confundan con vos?

-No, en un momento éramos más parecidos, teníamos los dos el pelo largo. Hoy parecemos hermanos, pero no mellizos. Te das cuenta que hay un vínculo por la parte física, pero no somos un calco como los Barros Schelotto.

El gran año de Defensa

-¿Cuál creés que fue el mejor equipo argentino del año?

-(Piensa unos segundos). La verdad es que hubo muchos equipos... Yo creo que en la última etapa River y Defensa mostraron un fútbol muy lindo, ambos con resultados. Creo que la primera parte nuestra fue hermosa porque mostramos un nivel continúo también internacionalmente, ganamos la Recopa… En ese partido, en esos 90 minutos, transité todas las emociones. Son esos partidos que quedan marcados por la emoción que le genera al espectador, que tiene una vida rutinaria en la que trabaja diez horas por día y en 120 minutos se le movilizaba todo lo que no pasó en el día. Eso es grandioso. El año de Defensa ha sido increíble, será inolvidable en el tiempo. Obviamente también pasa que estamos en un lugar que tiene menos difusión y lo de los demás clubes parece mayor, como que si no ocurre ahí, no tiene validez. Yo no estoy de acuerdo en eso, pero respeto que está instalado así...

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-¿Está un poco infravalorado Defensa a veces?

-Hay un montón de equipos que tuvieron momentos buenos y lindos. Pero está todo centralizado en el fútbol, como ocurre con Argentina y Buenos Aires. Somos un reflejo del país, no somos ajenos a eso. Está muy centralizado en Boca y River, y nosotros no venimos a cambiar a eso. Pasó toda la historia y seguirá pasando, pero está bueno que se dé el debate. Nosotros venimos a transmitir lo que sentimos, estaría bueno que se abra un poco… Como se dice a veces, los del Sur también sienten. El otro día me junté con el Intendente de Varela, Andrés Watson, y me decía algo que algo está muy bueno saberlo: Varela es el municipio con menos recursos en el Conurbano Bonaerense. ¿Cómo se hace para gestionarlo? Y en Defensa también pasa un poco eso. ¿Cómo hacemos para gestionar con la escasez de recursos? Y así llegamos a la élite, ¿cómo no va a ser valorado? Y eso queda para el análisis. También está todo armado con lo que vende, obviamente Boca y River son los que tienen más hinchas y hay que ir por ahí, es todo un sistema, del que no estamos ajeno y lo entendemos. Me parece que arrancar de la escasez y lograr llegar a la élite merece tener reconocimiento. Como dije antes, no somos Boca ni River ni queremos serlo. Estamos orgullosos de ser Defensa, que hay que fomentarlo porque es un espacio de oportunidad. No desde lo otro, porque no lo somos. Por eso, en un mundo a veces injusto para la oportunidad, Defensa merece el reconocimiento.

Sus inicios y la travesía del viaje a Perú: tres días en micro semi cama

Siendo casi un adolescente, Sebastián Beccacece dejó de jugar de lateral derecho para volcarse a la dirección técnica. Comenzó trabajando en categorías juveniles de Renato Cesarini, histórico club rosarino del que han salido grandes glorias de nuestro fútbol. Sin embargo, la gran oportunidad llegó a través de Claudio Vivas, quien le presentó a Jorge Sampaoli, por ese entonces entrenador de Sport Boys de Perú, que estaba buscando sumar un colaborador a su equipo de trabajo. Con 22 años, Becca hizo el bolso y se lanzó en travesía hacia la Provincia del Callao.

-La historia de que fuiste en micro es conocida. Pero, ¿por qué? ¿No había plata para el avión?

-Primero tenía el pasaje de avión, que en ese momento, en 2003, valía 500 dólares, era accesible para pocos. Después, empezaron a salir tarifas más baratas. No existía internet y recién salían los celulares, era todo muy complicado. Me acuerdo que cuando Jorge me llamaba, tenía que ir a un teléfono de larga distancia. Me contaba que había perdido un partido y que lo iban a echar, que devuelva el pasaje. Y veníamos hablando un montón, yo estaba muy ilusionado, era una oportunidad que venía esperando hace tres años… Fue un golpe duro saber que no se iba a dar, pero no me quedé con el no, me rebelé. Le dije: “Quédate tranquilo, yo devuelvo el pasaje, pero el de micro vale 100 dólares y si llego y no estás, no pasa nada”. Esos tres días que duraba el viaje en micro íbamos a estar incomunicados. Recién al día y medio, cuando paramos en Chile, encontré un teléfono. Primero llamé a mi familia y a Pato para que se quedaran tranquilos. Y después lo llamé a él. Le avisé que estaba a mitad de camino y me dijo que me iban a estar esperando en la terminal. Cuando llegué, las terminales no eran como acá sino como un galpón y encima la persona que me venía a buscar llegó tarde… Así que después de viajar tres días en un mismo micro, sin poder bañarme y con dos bolsos llenos de cosas, lo tuve que esperar 40 minutos, je. Encima llevaba de todo porque no sabía con qué me iba a encontrar. Jorge me había dicho: “vamos a ver a donde te podés quedar, si con un jugador…”. La verdad es que, si lo pensaba, no iba. Es lo lindo de la juventud, de la rebeldía, de la que me siento identificado y es muy transformadora si es usada de buena manera.

-¿Era coche cama por lo menos?

-No, no, semi cama, ja. Llegué delicado, pero cuando uno va con tanta pasión… Charlábamos con algunos del micro… Como te digo, hoy es muy fácil tener contacto con todo el mundo, yo allá tenía que ir a un ciber todas las noches y antes ponerme de acuerdo con mi familia para que se conectaran. Estaba dos horas viajando ida y vuelta para ir al lugar de entrenamiento, a las diez de la noche me conectaba, a las 11 ponía Pone a Francella, que lo daban en un canal peruano, y mi vida era eso. Traté de mantenerme arraigado a la familia, a los amigos y a Pato, que en ese entonces era mi novia, mientras trabajaba en el profesionalismo.

-¿Alguna vez te arrepentiste de hacer toda esa locura?

-Fueron años difíciles, pero no me arrepiento porque así como el futbolista tiene un camino muy duro para llegar a lo que hoy disfruta; el entrenador cuando empieza muy de abajo, como me pasó, de trabajar en la formación, en Inferiores, y transitar todo esto que estoy contando, es todo terreno ganado. Hay que soportar mucho en esta profesión, que está expuesta, que te tiene todo el tiempo al límite, que te juzgan de lo que hiciste, de lo que no, de lo que sos y de lo que no sos. Que inventan cosas... La tranquilidad, esa fuerza interior, está en el camino recorrido.

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