¿De verdad quiere trabajar Marta Ortega? Por qué la heredera del imperio Inditex prefiere convertirse en presidenta de la empresa (en su momento más delicado) que vivir una vida de lujo ocioso

  • Por:karen-millen

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10/2022

ELENA DE LOS RÍOS

En el ingenioso mundo viral de Twitter, una usuaria resumió el sentir popular al respecto del nombramiento de Marta Ortega (37 años) como presidenta de Inditex con una impresionante foto de Elizabeth Taylor ataviada como la emperatriz Cleopatra. «Marta Ortega llegando a su primer consejo de administración como presidenta», rezaba la leyenda. Es cierto: la tentación de celebrar que la hija menor de Amancio Ortega (85 años) se corone de facto como lo que ya era simbólicamente es fuerte. De hecho, existen menos mujeres en puestos de poder en el negocio de la moda (apenas un 14%) que en el aeroespacial o el financiero. Por eso, cada mujer que rompe un techo tan fortificado como este se vive, aunque lo haga por méritos heredados, como un pequeño triunfo.

En teoría, Marta Ortega pasa a pilotar todo un gigante textil: Inditex es el mayor transatlántico de la moda mundial, con 6.654 tiendas en 96 países y ventas en línea en 216 mercados de sus ocho marcas (Zara, Pull&Bear, Massimo Dutti, Bershka, Stradivarius, Oysho, Zara Home y Uterqüe). Registró ventas por más de 20.400 millones de euros a cierre de enero de 2021, 144.000 empleados y un valor en bolsa que ha llegado a superar en sus mejores momentos los 100.000 millones de euros, algo así como una quinta parte de los Presupuestos Generales del Estado para 2021. Si nos quedáramos en los titulares, tendríamos que celebrar además que Marta Ortega, presidenta de Inditex desde el próximo mes de mayo, se convierte en la única mujer al frente de una empresa cotizada (en el Ibex, claro).

Los análisis desde lo económico de este nombramiento se detendrán, seguramente, en el riesgo que han tomado Amancio Ortega y Pablo Isla, su fiel mano derecha como consejero delegado (2005) y presidente de Inditex (2011) hasta hoy. De hecho, la bolsa castigó este nombramiento con una caída de alrededor de un 6% (más de 2.000 millones de euros): al dinero le inquieta lo más mínimo, y este movimiento es mayor. Sin embargo, la pronta recuperación del valor bursátil de Inditex muestra que, en realidad, no hay nada que temer de la sucesión de una nueva presidenta.

La era Marta Ortega está atada y bien atada no solo por un consejo de administración renovado (el nuevo CEO, Óscar García Maceiras, es abogado del Estado con experiencia en el sector bancario), sino por un órgano paralelo que se añade al control de esa máquina de hacer dinero que es Zara: un comité de dirección compuesto por directivos de Inditex, 100% gallego y con fuerte presencia familiar (están, por ejemplo, dos hermanos de Flora Pérez).

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El mensaje a los mercado es el siguiente: ningún cesarismo, ni rastro de personalismo, va a apartar a la compañía de su objetivo primero que es crecer en beneficios y capacidad de negocio. Una guardia de corps formada por la élite corporativa se encarga ya de ello. La presidencia de Marta Ortega, de hecho, no es ejecutiva, sino que entra en el consejo como 'consejera dominical', una figura que ocupan los accionistas relevantes (Marta pasa a representar el 59% de Inditex que posee su padre) y que limita su poder a cierta capacidad para hacer 'lobby' en los consejos de las empresas.

Lo que es innegable es que esta transición generacional sobreviene en un momento delicado para Inditex, inmersa en un proceso de adelgazamiento en el terreno material (cerrará alrededor de 1.200 tiendas en 2021) y de expansión en el territorio digital, por pura supervivencia en el nuevo mundo pandémico. Por no hablar del gran problema sistémico del textil: la sostenibilidad y las buenas prácticas en toda la cadena productiva.

Si nos atenemos a la escasísima letra pequeña del anuncio que ha trascendido en prensa, la irrupción de Marta Ortega como mujer poderosa del Ibex 35 ha de tomarse con precaución: su influencia sobre el futuro de Inditex es relativa y, en todo caso, infinitamente menor a la de las otras dos ejecutivas que toman las riendas de compañías del principal índice bursátil español, Ana Patricia Botín las del Santander y Beatriz Hernández Dancausa, las de Bankinter. No hay que estirar ningún chicle para subrayar que el perfil de Ortega no es el de gran ejecutiva corporativa, aunque se licenciara en Comercio Internacional (2007) en la European Business School de Londres.

Algunas de sus declaraciones desvelan que su interés tiene más que ver con los procesos creativos que con los financieros. «Para ser honesta, me gustaría estar cerca del producto, que fue lo que mi padre siempre hizo, estaré donde la empresa más me necesite», dijo en su sonada entrevista con 'The Wall Street Journal'. También admite haber aprendido de su padre las bondades de la delegación: «Nunca fue el mejor en nada en particular, pero fue el mejor en encontrar a la mejor persona para hacer cada cosa», declaró en una entrevista reciente.

Su última actividad conocida tiene que ver con los lanzamientos más cercanos al lujo de Zara: una colección diseñada por Charlotte Gainsbourg y la colección premium SRPLS, además de orquestar las campañas de grandes nombres de la creación global como Steven Meisel, Fabien Baron o Luca Guadagnino. Aunque Marta Ortega quiso ser una heredera discreta (ya es un clásico el contar que comenzó en Zara doblando camisetas), tras su segundo matrimonio con Carlos Torreta se han intensificado sus apariciones en competiciones hípicas y desfiles de moda, de forma que su posición como otra millonaria de la élite económica global comienza a eclipsar su deseo de convertirse en una figura de referencia creativa para la compañía. Despojada de la épica del hombre hecho a sí mismo que cimentó la leyenda de su padre, está por ver si Marta Ortega logra construir una narrativa a la altura o se conforma con vivir de las rentas. Eso que casi todas nosotras desearíamos.

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