Del 'indie' al 'trash', así ha evolucionado el estilo de los modernos en diez años

  • Por:karen-millen

28

11/2022

TendenciasHemos pasado de estampados de gatos y cuellos de bebé a sudaderas XXL y botas de punta. Dos generaciones en busca de lo diferente, pero muy diferenciadas

Por Patricia Moreno

Como millennial de provincia, recuerdo asomarme a la ventana de la moda, digamos, moderna, a través de Internet. Era la época de MySpace y Fotolog y, un día, no sé bien cómo, acabé en los perfiles de la pandilla que terminaría convertida en la primera corte de net-celebrities patrios (recordemos que se trata de la era pre-influencers). Hablo de Gala González y Pelayo Díaz, en ese momentos, españoles en Londres que hacían su propia remasterización del look british; también de la más extrema –algo que hoy sigue siendo su impronta personal– Miranda Makaroff. Y estaba Brianda Fitz-James, residente en Madrid y dueña de unas, me parecieron, coordenadas estéticas propias: unas que se movían entre lo naïf, lo retro y lo arty. Todos estos palabros juntos, y mezclados, darían forma a lo que se conoció como moda indie. Y esta moda era la que vestían los modernos de la época, a los que todos terminamos llamando hipsters.

Entre las embajadoras involuntarias de este estilo, Brianda lo era a través de su blog, Bri anda dibujando, donde compartía su universo referencial y sus ilustraciones; Russian Red hacía lo propio con su música, canciones y look; mientras que, a nivel internacional, Zooey Deschanel se ganaba el título tras protagonizar la película 500 días juntos (Marc Webb, 2009), que se presentaba como una revisión de la clásica comedia romántica, aunque terminaba planteando un modelo de mujer que era, a fin de cuentas, un nuevo tipo de fantasía masculina. Ésta se vio acuñada con el término Manic Pixie Dream Girl. La propia actriz rentabilizaba su proeza lanzando la web HelloGiggles: a Positive Community for Women, aunque su idea de comunidad empoderadora de mujeres hoy sería bastante cuestionable. Pero ese es otro tema.

Volviendo a nuestras fronteras, tanto Brianda como Lourdes (la artista que se escondía bajo el nombre de una barra de pintalabios) sellaron grandes lazos con firmas indies en continente y contenido: eran productos independientes, lo que siempre se ha llamado de autor, en contraposición a las grandes cadenas de moda que se repartían el mercado; y estéticamente asumieron y definieron el vestir de tantísimas chicas que hicieron del cuello bebé, las mangas farol, las medias de colores, los estampados de gatos o lunares y los zapatos con cordones sus uniformes con los que mostrarse al mundo. Eran, en el caso de la primera, La casita de Wendy, a la que prestó su imagen y para la que ideó varios prints; mientras que la segunda fue rostro de Kling en diferentes ocasiones.

Me pongo, de nuevo, en la piel de esa jovencita que viaja a la capital –oh– una vez al año y recuerdo la calle de Fuencarral y aledaños como el lugar de peregrinaje de estas chicas y todas aquellas que trataban (tratábamos) de emularlas. Y ahí estaba, en el extinto mercado, la tienda de la diseñadora Pepa Carnero, Pepa Loves. Su espacio, de paredes rosas y blancas a rayas, era un santuario para quienes querían (queríamos) formar parte de esa religión estética. Hablamos con Álex Solís, que lidera el equipo, diez años después de aquel boom para conocer su momento actual. Según cuenta, "las colecciones siguen teniendo su estilo colorista, alegre, ingenuo y divertido, pero con modelos enfocados para una clienta un poco más adulta ", por lo que, en esencia, la firma se mantiene gracias a ese público fiel de antes que se ha hecho mayor. Algo que también marca la diferencia es que hoy tienen una vocación cruelty-free, librando sus productos de cualquier procedencia animal.

Quien también se ha negado a revisar su ADN es Inés Aguilar, alma máter de La casita de Wendy. "Empezamos a finales de los 90 y nuestra moda no se comprendía, el público de España la veía rara, vendíamos casi todo fuera. Uno de nuestros hitos fue que Björk llevara uno de nuestros diseños, que siempre aportaban algo onírico y mágico", rememora. Ahora, siente que hay hueco para todos, aunque la nostalgia sigue siendo un valor importante del negocio "Hemos comprobado que lo que hacemos es absolutamente atemporal, alejado de las tendencias, por lo que hemos creado un apartado en la tienda online de clásicos, donde reeditamos modelos antiguos. Por ejemplo, los jerséis de E.T. los sacamos cada año y se agotan, ¡siendo un diseño de 2003!", expresa la creativa que, además, en su casita ha creado una rama de formación y asesoramiento para emprendedores.

Del 'indie' al 'trash', así ha evolucionado el estilo de los modernos en diez años

De unos años a esta parte, con la llegada de otra generación a la edad de consumo y prescripción, se ha definido una nueva modernidad. Si sus hermanos mayores añoraban los 70, estos añoran los 90 o los primeros 2000: los años del grunge, del exceso, del hip hop, del bakalao. Es entonces cuando este capítulo plantea nuevas coordenadas, unas que, estilísticamente, se basan en el chándal, los aros, las botas blancas en punta, las depotivas con cámara de aire, los logos y las riñoneras. Lo que, resumiendo, se conoce como trash. Y los nuevos iconos así lo confirman: donde estaban Russian Red y Brianda Fitz-James ahora están La Zowi y Sita Abellán. Internacionalmente, Zooey Deschanel deja paso a Rihanna. En cuanto a gustos musicales, la cosa ha virado del prefijo indie delante de pop o rock al trap ; los medios también han cambiado: de Blogspot o Fotolog a Instagram como espacios personales en los que gritar al mundo una personalidad.

A estas dos promociones de modernidad española se ha acercado Iñaki Domínguez, autor del libro ensayo Sociología del moderneo (Editorial Melusina, 2017), que comparte: "en mi libro hablo de algo que llamo las constelaciones identitarias, que son combinaciones de elementos que evocan una identidad concreta. La constelación hipster sería, por ejemplo: barba de profeta, aunque cuidada, pantalones pitillo, fixie, tatuajes carcelarios. La combinación de dichos elementos crea una determinada identidad". En su opinión, existe un relevo generacional, pero ambas convivirán en paz. "El nuevo moderneo va estar vinculado a la estética trash, sin duda. De hecho, desde el ámbito de la moda se lleva intentando desde hace muchos años; hasta ahora sin éxito. Recuerdo leer en una publicación, en torno al año 2006 ó 2007, sobre cómo la nueva onda iba a ser el chándal y las cadenas de oro. Los diseñadores Maria ke Fisherman trabajan en esta misma línea. La gracia de todo el asunto está en la distancia que el consumidor establece con dichas identidades. Si uno es un quinqui no tiene gracia. Lo que tiene gracia es jugar a ser quinqui, sin serlo de veras. Consumir una determinada identidad. Esa es una de las claves del moderneo. No creo, sin embargo, que los hipsters e indies vayan a desaparecer. El trap no es para gente de más de 35 años".

¿Y qué marcas, además de Maria ke Fisherman, visten estos modernos de nueva generación? LA TI GO –que viene de La Tienda de las Gorras, templo del streetwear en Malasaña–, Flighters, la firma de sudaderas de María Simun, estilista (de Rosalía, por ejemplo), que tiene una segunda marca, Airam Sacul, junto a Lucas Sirera, de la que dice: "nuestra prenda favorita de la última colección son unas chaquetas de skate, confeccionadas con telas de Gorina". Sí, estos jóvenes prefieren las bombers o las chaquetas propias de la cultura urbana a las rebecas de punto con puntilla. En esta misma línea están las creaciones de Miguel Becer con su firma, ManéMané, ganador de VOGUE Who's On Next 2015. En sus colecciones versiona pantalones de chándal, gafas mínimas –que han enamorado a Solange Knowles – o botas con maxiplataformas. "Hemos vuelto al 2000, ¿por qué? Porque ha pasado el tiempo suficiente para que los años 2000 nos vuelvan a parecer interesantes. El factor clave para esto es la nostalgia. En ocasiones, la moda se vende a través del sexo o la posición social, y se hace con mayor o menor éxito, pero lo que nunca falla como herramienta infalible es la nostalgia. Además, los jóvenes están deseosos de consumir moda, música o cine, y esto les hace interpretar los códigos a su manera", reflexiona el extremeño. Las grandes y más histórica firmas de lujo han visto en esta generación una manera de actualizarse y aproximarse a las nuevas generaciones. Dos ejemplos: Yung Beef, antes parte del grupo Pxxr Gvng, siendo imagen de Calvin Klein, y C Tangana vestido de Loewe en diferentes ocasiones.

La marca Kling es una muestra de cómo estas dos escenas pueden entenderse y convivir, también, estéticamente. Es tanto para modernos de antes (que hoy tienen alrededor de 35 años) y de ahora (una mezcla de últimos millennials y generación Z). Ha encontrado el equilibrio entre aquella moda indie y el vigente trash, una versión moderada a medio camino. ¿El mejor ejemplo? La imagen de María Simun con una camiseta de Cher, boina, minifalda de cuero, medias y zapatos rojos. La firma, capitaneada por Papo Kling, encara una etapa de renovación gracias a la intervención del operador logístico Logisfashion, según anunciaba el portal económico del sector Modaes.es, y ha abierto un espacio insignia en Lavapiés con un nueva imagen y concepto de tienda. De hecho, el empresario comparte con Vogue.es su optimismo: "Confío en que lo mejor está por venir. El sector de la moda está a años luz en cuanto a innovaciones respecto a otras industrias. Por nuestra parte, seguimos con la filosofía de arriesgar en lo que hacemos. Muchas cosas no funcionan, pero las que sí son, más tarde, adoptadas por otras firmas más conservadoras". Y ese riesgo contenido es el que ha hecho que esta firma tenga el aprobado de dos generaciones que, siendo diferentes, comparten una visión diferente frente al resto.

Llegados a este punto, la cuestión, usando la terminología de Iñaki Domínguez, sería: ¿cómo será la constelación identitaria de la siguiente generación? ¿qué hay después del trash, que vino a suceder al indie? Como escribe Carla Sierra, redactora jefe de moda de la edición impresa de Vogue España, "en la resaca del estilo desaliñado que parece haber impuesto sus códigos en esta era –el imperio de la sudadera, la hegemonía del tejido vaquero, el triunfo de las zapatillas–, una contracorriente de diseñadores aboga por recuperar esa moda de ensueño con bordados historiados, toneladas de tul, tejidos irisados y tonalidades pastel". Y pasa a citar a los internacionales Molly Goddard y Tom Guy, y a las españolas María Rosenfeldt, de Heridadegato, y Celia Valverde, creadora de CÉLIAvalverde como impulsores de este estilo. Y una promesa a tener en cuenta: Álvaro Martínez. Todos estos nombres tienen un poco de aquel hipster amante de lo onírico y lo intelectual, pero también comparten la estética decadente –muchas veces, a través de bellezas inquietantes o imágenes desenfocadas– y el mensaje social de la última generación. Conclusión: la modernidad no se crea ni se destruye, solo se transforma.

El Trap está de moda pero ¿nos hemos rendido también a la moda Trap?

La moda vegetariana de Heridadegato es colorida, orgullosa, feminista y vas a querer llevarla

5 firmas que usan piel vegana para hacer ropa y accesorios MUY bonitos

Artistas que luchan contra la censura de la anatomía femenina a través de la moda

Outsiders Division, los tres antiguos alumnos de la escuela Inditex que reescriben el 'streetwear'

¿Pueden ser unas joyas antisistema? Sí, las de la firma mediterránea Keef Palas

Bridas, cinta aislante y ladrillos, ¿qué le pasa a la moda con la construcción?

Del 'indie' al 'trash', así ha evolucionado el estilo de los modernos en diez años
  • 496
  • como usar ropa pasada de moda sin parecer hispter

Artículos relacionados